Salmo 17 Completo y Con Explicación

Introducción al Salmo 17

El Salmo 17, titulado "Oración de David", es un conmovedor ruego de un hombre justo que clama a Dios por vindicación y protección frente a enemigos implacables. Es una súplica de un corazón que afirma su integridad moral y su rectitud ante el Juez divino. El tema central es la confianza inquebrantable en que Dios, el "Salvador de los que se refugian en él" (v. 7), defenderá a Su siervo de aquellos cuyo único deleite son los bienes terrenales. David pide ser guardado y protegido como un tesoro invaluable, anticipando la bendición final de contemplar el rostro de Dios.

Salmo 17 Completo

1.Oye, oh Jehová, una causa justa; está atento a mi clamor.

2.Escucha mi oración hecha de labios sin engaño.

3.De tu presencia proceda mi sentencia;

4.tus ojos miren la equidad.

5.Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche;

6.Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste;

7.He resuelto que mi boca no cometerá transgresión.

8.En cuanto a las obras de los hombres, mediante la palabra de tus labios,

9.Yo me he guardado de las sendas de los violentos.

10.Sustenta mis pasos en tus caminos,

11.Para que mis pies no resbalen.

12.Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios;

13.Inclina tu oído a mí, y escucha mis palabras.

14.Muestra tus maravillas de misericordia, tú que salvas

15.a los que se refugian a tu diestra, de los que se levantan contra ellos.

16.Guárdame como a la niña de tus ojos;

17.Escóndeme bajo la sombra de tus alas,

18.De la vista de los malos que me oprimen,

19.De mis enemigos que buscan mi vida.

20.Envueltos están con su gordura;

21.Con su boca hablan con soberbia.

22.Nos han cercado ya por nuestros pasos;

23.Fijos tienen sus ojos para echarnos por tierra.

24.Están parecidos al león que desea hacer presa,

25.Y al leoncillo que está en su escondite.

26.Levántate, oh Jehová; sal a su encuentro, póstrales.

27.Libra mi alma de los malos con tu espada,

28.De los hombres con tu mano, oh Jehová,

29.De los hombres mundanos, cuya porción la tienen en esta vida,

30.Y cuyo vientre llenas de tu tesoro escondido.

31.Son saciados de hijos, Y dejan el resto a sus pequeñuelos.

32.En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia;

33.Quedaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.

Explicación del Salmo 17

El Salmo 17 se divide en tres secciones principales. 1. Afirmación de Integridad y Súplica por Justicia (v. 1-5): David comienza apelando directamente a Dios como Juez, pidiendo que Su sentencia proceda de Su presencia (v. 2). David no pide clemencia, sino justicia, basándose en la pureza de su intención. Él afirma que Dios ha examinado su corazón de noche, el momento de mayor vulnerabilidad y verdad, y no encontró maldad. Su resolución (v. 3-5) es firme: ha contenido su lengua y se ha guardado de seguir los caminos de los violentos, confiando en la "palabra de tus labios" (la ley o el mandamiento de Dios) como su guía. 2. Petición de Protección Divina (v. 6-12): David suplica a Dios que lo salve, comparando al Altísimo con un refugio a la diestra, el lugar de honor y protección (v. 7). La metáfora central es conmovedora: pide ser guardado como "la niña de tus ojos" y ser escondido "bajo la sombra de tus alas" (v. 8), imágenes que denotan el cuidado más íntimo, tierno y vigilante de un padre. David describe a sus enemigos como arrogantes (hablan con soberbia), crueles (envueltos en su gordura, simbolizando prosperidad y autosuficiencia) y depredadores, comparándolos con leones listos para el ataque (v. 12). 3. Contraste entre el Mundo y la Eternidad (v. 13-15): Aquí se presenta el contraste teológico clave. David pide a Dios que lo libre de los "hombres mundanos" (v. 14), cuya única herencia y satisfacción se encuentran en esta vida terrenal. Su porción son las riquezas, los hijos y los bienes materiales, lo cual es efímero. Frente a este destino terrenal, David declara su esperanza: "En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Quedaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza" (v. 15). Este versículo es profundamente mesiánico y escatológico, expresando una fe en la resurrección o, al menos, la plena comunión y satisfacción con Dios en la eternidad, que supera con creces cualquier tesoro terrenal.

Reflexión del Salmo 17

El Salmo 17 nos confronta con la verdadera fuente de satisfacción. En una era donde el éxito se mide por la 'porción' que tenemos en esta vida –riquezas, influencia, y bienes–, el salmista nos llama a evaluar nuestra herencia. ¿Es nuestro enfoque el tesoro escondido de este mundo o el tesoro de la presencia de Dios? La afirmación de integridad de David (v. 3-5) es un poderoso desafío para la vida moderna. ¿Podemos, al final del día, pedirle a Dios que examine nuestro corazón y nuestra boca, con la confianza de que no hallará un espíritu de engaño o violencia? Debemos buscar que nuestra vida sea un testimonio de rectitud, no por arrogancia, sino por devoción a los caminos del Señor. La promesa de la satisfacción final (v. 15) es nuestro consuelo y meta. Las ansias y aflicciones terrenales son temporales. La verdadera plenitud no se halla en los bienes que dejamos a nuestros hijos, sino en despertar a la semejanza de Cristo y contemplar el rostro de Dios. Es un recordatorio de que la comunión eterna es la única porción que satisface el alma verdaderamente.

Oración Basada en el Salmo 17

Oh, Justo Juez, inclina Tu oído a mi clamor, pues busco refugio en Tu verdad y no en el engaño del mundo. Te ruego, Señor, que examines mi corazón, mis pensamientos y mis caminos, y me ayudes a mantener mi boca sin transgresión. Guíame por la palabra de Tus labios para que mis pasos no resbalen en las sendas de los violentos. Te suplico, Padre amado, que me guardes en este mundo hostil, defiéndeme de aquellos cuya única porción es la prosperidad fugaz. Cúbreme y escóndeme bajo la sombra de Tus alas, y guárdame con el celo con que proteges a la niña de Tus ojos. Que mi alma nunca se satisfaga con las migajas de este mundo, sino que mi anhelo supremo sea despertar en Tu semejanza y ver Tu rostro en justicia, pues solo en Ti hay plenitud eterna. Amén.